En los 31 años que llevo haciéndome publicidad en esta vida, y a base de grandes dosis de observación y mimetismo, he llegado a conclusiones que ansiadamente espero sean erróneas y que alguien con la suficiente experiencia venga a demostrármelo con alguna prueba fehaciente bajo el brazo. Puesto que peco de una constante impaciencia desde que me conozco, sólo me queda querer pensar, por mi salud mental y tranquilidad espiritual, que me precipité cerrando conclusiones.
Por ejemplo, y sin ir más lejos, los tipos de persona que uno puede encontrar por ahí pululando. ¿Cuántos tipos de persona distintos hay?. En mi conclusión extraída absolutamente del conocimiento empírico desarrollado tras el aparatoso trato humano durante todo el tiempo que mi campaña de publicidad está viva, dudo mucho que haya más de cincuenta. Hubo un tiempo más optimista en que pensé que llegaban a cien. A día de hoy, más realista con los años, no pasarían de cincuenta. Ahora bien, ¿cómo les reconozco?. Ya lo decía el libro más hipócrita jamás escrito, esto es, la Santa Biblia, "por sus actos los conocerás", así que, a poco que observes en la distancia corta la actitud de cada susodich@ y teniendo claro el patrón de modelos normalizado por servidora, tipo plan contable que intentaré ir ofreciendo en fascículos aquí, se localiza rápidamente el especimen a tratar. Anexa el patrón normalizado también un manual de trato por modelo para facilitar la interrelación, la obligada por borregos, y la elegida, por masocas.
Concluyendo más diría que existen unos rasgos básicos inamovibles en cada ser, y otros más genéricos que varían levemente. Una raíz y tallo básicos repetitivos y unas hojuelas decorativas de diferentes colores que en conjunto actuarían de forma casi idéntica ante similares situaciones arrancando la sonrisa que siempre precede a la expresión "te veo venir".
Sacando a relucir el pragmatismo, del que para mi fortuna cada día me considero más adepta, que los tipos de seres estén tan reducidos como la salsa más espesa, es en cierto modo cómodo, por la ingesta, pero frustrante en la sensación que deja de que necesitas siempre más. Además la salsa suele andar falta de sal. Pero siendo prácticos, alimenta.
Hablaré más extensamente de tipos concretos de personas, y creo que el primero a retratar será uno de los más sencillos de reconocer, el hombre de falsa seguridad y menor estima que cree que te hace creer que está enamorado por no tener cojones suficientes para reconocer que sólo quiere follar.
Y es que de cada diez personas, cinco son la mitad.
...y de ese elenco a entregar por fascículos, más de la mitad también tienen como afición o devoción aquello de empujar..animalitos somos...
ResponderEliminarSin embargo, lo interesante de la vida no es lo previsible de la clasificación sino aquello que, digamos que en lo positivo, es complicado de clasificar.
Carpetas de besos.
Lo único realmente común a todos los hombres heterosexuales es que queremos follarnos a la chica imponente que se nos ponga delante y todos nuestros esfuerzos van dirigidos a que dicha chica acepte ser follada. La diferencia radica en la sutilidad y estrategia que empleamos cada cual.
ResponderEliminartú también encajas, marta, supongo, en algún tipo de persona
ResponderEliminarla diferencia tan clara entre estar enamorado y querer follar temo olvida los escalones intermedios, y hay uno muuuuuuuy frecuente y creo yo no reprochable: "no estoy enamorado, quiero follar pero no solo quiero follar"
¿te parece un patrón aceptable y sincero?
un beso
Anónimo:
ResponderEliminarno hace falta que la chica "acepte ser follada", a nosotras también nos gusta follar.
Amor y libertad:
mientras no se engañe, que a mí personalmente es lo que me mata, cada cual es libre de sentir y desear lo que se le antoje en cada momento. No es obligado estar enamorado para follar, ni follar es algo horrible que haya que disfrazar de amor.
El verbo "follar" es sinómimo de "hacer el amor". Cuando uno folla es porque, de alguna manera que puede más o menos explicarse, está implicado en el amor, ese angelillo que nos abre las puertas del mundo. Es antes que nada un acto de egísmo supremo. Que tu pareja, la quieras o no, admita que la haces gozar, es la realidad de que, en ese momento y durante un tiempo después, el mundo te admite tal como eres. Es un triunfo. Sólo follan de verdad los triunfadores.
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