Tumbada a su lado en la enorme cama abarcaba con constancia y cierto descaro el espacio ajeno en busca de un abrazo que le transmitiera lo que había venido a buscar. Estaba ahí sólo por eso, no había ningún otro motivo. Era una necesidad no orgánica por cubrir. Sin más complicaciones ni explicaciones en una u otra dirección. No las requería. Tampoco requería sexo. Ni palabras. Ni promesas. Ni siquiera confesiones íntimas. Un abrazo, la seguridad por parte de quien lo recibe, sabiéndolo entregado desde unos brazos tan especiales, una seguridad desde luego no encontrada en cualquier abrazo, una necesidad aletargada en el espacio-tiempo y ahora recién renovada y expuesta.
Él giró su cuerpo al lado contrario a ella, y con naturalidad aplastante, comenzó a hacer el sudoku.
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