Volviendo a la ingeniería social y a los escasos pero distintos patrones humanos, me toca hoy directamente aquel que, sin argumentos, se defiende insultando, y se queda tan ancho brillándole todavía en los ojos el orgullo de la gesta. Hablo de aquel que no escucha cuando se le habla, y además se le nota, pues ese tiempo lo dedica visiblemente a pensar y preparar la siguiente frase lapidaria que dejará caer tras tu exposición, que, se le nota, se la trae al fresco y además se le hace larga. En ocasiones la impaciencia por recobrar su turno de expresión en la conversación le rebosa por los ojos, provocando tensión ambiental que le favorece, pues se le termina cediendo. Total...que se exprese, a veces cuesta tan poco hacer feliz a alguien.
Otra característica habitual del individuo suele ser que tiene un libro de lectura (mejor cuanto más grande e interesante parezca) encima de la mesita del salón, junto al sofá, y hace, cada vez que la coincidencia le sitúa cerca del tomo, contínuas referencias a lo mucho que le engancha su lectura y la de horas que le dedica diariamente. Monólogos estos que enlazarán directamente con la cantidad de libros que a ese ritmo ya han pasado por sus manos, lo que hace todavía más inexplicable si cabe, la cantidad de faltas de ortografía que susodicho reparte a diestro y siniestro y a poco que tiene ocasión. Casi tan inexplicable como que la marca de página, colocada siempre en más o menos el centro del volumen, jamás avance, aunque mensualmente y de forma regular, el libro sospechosamente cambie por otro título cuya marca de lectura, tampoco llegará a moverse jamás.
Por el conocimiento en pro un entendimiento plural. Amén.
Uno conoce bastante de los primeros, incluso de los segundos pero hasta la fecha, quitando algún pseudointelectual arrogante, no he visto en el mundo corriente a un susodicho que combine ambas facetas.
ResponderEliminarComo doy por hecho que te nutres de la vida, apuntaré un nuevo ejemplar.
Besos sin clasificar
A esta gente se la reconoce por su miedo. Son comos los perros que ladran y atacan cuando ven a un extraño, sólo que en vez de babear se recubren de razones, pero el miedo y la sinrazón están ahí.
ResponderEliminarHyku, que suerte. A mí me rodean.
ResponderEliminarY al de los cuentos de Calleja...¿miedo?, yo lo llamaría mal nacional, esto es, envidia con dosis de impotencia por saberse no capaz.
¿Te refieres a ti?
ResponderEliminarNo, Anónimo, me refiero a ti ;)
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