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Crónicas



Recostada junto a él dió una calada al Marlboro que compartían, expulsó lentamente el humo y comentó sonriente -son las seis de la madrugada-.


Hacía horas que, desnudos, acompañaban con sus cuerpos  el balanceo del reflejo de la luna sobre las olas, alternando movimientos y posiciones en una enorme y a estas horas húmeda cama, frente al abierto ventanal de aquel hotel sobre el mar Mediterráneo, en el que la brisa de los primeros días de mayo ayudaba refrescando el caldeado ambiente.




Subieron a la habitación pasada la medianoche. Hasta las once, ella, por su cuenta, recorría ociosa la ciudad agotando las últimas horas del fin de semana, y hasta casi esa misma hora él ultimaba temas laborales. Nada hacía presagiar que terminarían encontrándose.

Ahora pegados, vacíos, mojados, él tras ella, la abrazaba rodeándola con sus brazos, le recorría con los labios el cuello, y entre tanto, todavía a ratos, y como si seis horas no hubieran acabado con todas las ganas, la penetraba con tranquilidad, suave pero rotundamente.

Cuando se habían encontrado, el reloj marcaba las doce de la noche, ella huía en dirección opuesta a sus problemas en un intento de alargar el fin de semana, de retardar la vuelta a casa. Él había hecho exactamente lo mismo, y en el desierto parking de la por estas fechas desierta playa, ella aparcó su coche frente al mar, junto al de él, reconociéndose inmediatamente  y por contra de asombrarse, respondiendo al encuentro con sus cuerpos contra el coche de ella con la misma naturalidad que les acompañó durante el camino de subida al hotel y el ascensor de subida a la habitación donde desbocados dieron rienda suelta al placer hasta vaciarse de ganas, para acto seguido compartir un Marlboro a medias.  


* * * * * 


"Ando más cerca de los cincuenta que de los cuarenta, y he vivido siempre como viven las mujeres de mi edad que han permanecido casadas desde antes de los veinte, manteniendo una actitud servil, y conservando cierta inocencia inusual en esta sociedad en plena crisis de valores, en la que sigo esperando que mi marido, que fue a por tabaco hace dos años, regrese..



Hace aproximadamente un año conocí a una mujer más joven a la que tomé gran aprecio y con la que adquirí una buena amistad que conservo. Ella me llevó por caminos totalmente opuestos a los hasta ahora conocidos, caminos a los que me adapté demasiado bien y pronto, aún siendo consciente de provocar con mi actitud y a veces sólo con mi presencia, totales escenas "Almodovarianas".

En un año da tiempo a conocerse, a adaptarse, pero yo nunca dejo de sorprenderme.... 

Me tuvo vagando por la ciudad desde primera hora de la tarde, hasta bien entradas las once de la noche, buen ritmo, charlas, interacciones, música, idas y venidas, goteo de hombres que intentan ligársela. Otra hora, otra copa. Me abre otro camino, nunca antes de esa tarde había pisado un bingo, pero con ella una sabe que sale, y poco más.

Unas veces se vuelve, otras no.

En el bingo nos regalaron unas flores que a mí me parecieron preciosas, a ella horribles Como experiencia no estuvo mal, aunque no fue hasta el décimo y último cartón que descubrí que los números iban correlativos. Decía que no estuvo mal, de no ser por lo siempre. Malditas pérdidas de orina e inoportuno pantalón azul celeste. No puedo probar la cerveza, no la filtro, se me cae. Salimos de allí como pudimos, ella levantando cabezas a su paso, por chula, yo tapándome el culo con el bolso. Afortunadamente creo que nadie me miró. Subimos al coche, en el que previamente ella, no sé si amable o guasona, habilitó en mi asiento el plástico de un metro cuadrado que tiene preparado para cuando se me escapa el punto. Pensé yo, con mi culo mojado contra el plástico y mi ya antes nombrada inocencia, que con la incursión en el bingo, y dadas las once de la noche, había dado por concluidas las improvisaciones del día y por muerto el fin de semana. Es justo entonces cuando se le ocurre pasar la noche en la playa, arranca el coche, y avanzando en su nueva dirección se deshace en explicaciones. -Con la noche tan preciosa que hace, y está cerquíííííísima, si la vida son estos momentos, venga anda que conozco un hotel precioso con terrazas sobre el mar, ayyy, y podemos ir donde me gusta a mí ir siempre...-.

Media hora después las ventanillas del coche abiertas al máximo hacían rotar en el interior del coche la agradable brisa marina mientras la música sonaba animada, -ya verás, te voy a llevar a un sitio con unas vistas preciosas, justo debajo del hotel-.-!Coño, hay alguien!, ¡Joder, a ese le conozco yo!. Aparca frente al mar junto al coche que allí permanecía, en un desierto parking de una por estas fechas desierta playa. Del otro vehículo sale un hombre alto, fuerte y de pelo muy corto. Ella sale, o la saca él, y apretándola contra la carrocería del coche la abraza besa y casi desnuda con decisión. Ella para aquello, -espera- la escuché decir y la ví venir hacía mí, que permanecía inmóvil dentro del coche, con la camisa completamente arrugada y semiabierta. -Tía, este es aquel que te dije que conocía por el trabajo, pero se le cruzó un cable al celoso aquel que mandaba y lo puso en la calle. Se nos quedó la cosa a medio. Ve subiendo al hotel y reserva una habitación, voy a enfocar esto y ahora te llamo-.

En recepción empiezan a surgir problemas, no se esperaba menos, la escena, de Almodóvar, el pantalón celeste mojado en perfecto círculo, en la mano la flor con un lazo de corazones, más de medianoche, principios de mayo, ni un alma en kilómetros a la redonda. En el bingo me han dado un billete de veinte euros pintado con rotulador y no me lo admiten, -no llevo otro, pruebe a pasar la tarjeta por veinte euros y completo el precio, si no llega el saldo pruebe a pasar quince que cinco sueltos en monedas creo que si llevo-. -¿Y esta por qué no viene ya?, me jugaría algo si tuviera a que se han ido a tomar una copa-. -¿Han pasado sólo quince?, pues me faltan sesenta y ocho céntimos para los cinco euros, y proteste lo que proteste no hay nada que pueda hacer, salvo que intente pasarlos con la tarjeta, a ver si hay suerte, o me tome el billete rotulado.

Llego a la habitación,- ¿desde cuándo se paga en los hoteles por adelantado?, no está mal el sitio no, y vaya vistas sobre el mar, seguro que si me asomo y busco doy con estos dos follando encima del coche o algo similar. Voy a lavarme, a poner la ropa a secar y.....-, suena el teléfono, -¿quién puede llamarme aquí ahora?-. De recepción, señora, que ha olvidado usted aquí la flor.

Ahora sí, me he duchado y he extendido la ropa para poder usarla mañana. Salgo a la terraza envuelta en la toalla, hace una noche preciosa, dejo abierta la ventana de par en par y me meto en la cama mirando al mar. Ahora suena el móvil, ella está abajo, no está sola, y necesita el número de habitación, pues suben, en plural. -Bueno, yo con no moverme de aquí dentro, tampoco creo que esté mucho tiempo, subirá a acompañarla, o a saludar, o a tomar algo rápido...-.

Empujan la puerta que dejo entreabierta y como un vendabal irrumpen en la habitación disponiéndose a follar, o tal vez ya follando, sin apenas haber saludado, buenas noches, buenas noches, absortos en lo suyo se van desnudando el uno al otro. A mi lado, pero sin reparar en mí. No hay vuelta atrás, haré como que me duermo, les voy a dejar a ver, tampoco creo que al ritmo que llevan den de sí más de quince minutos.

Seis horas después, sin que la acción me haya dejado dormir un sólo minuto, la oigo decir, -son las seis de la mañana-, sonriendo relajada mientras da una calada a un Marlboro."



* * * * * 




Lunes por la mañana a primera hora. Un hombre habla por el móvil con una chica, la charla distendida transcurre cariñosa, se hacen, parece, confidencias. De pronto él avisa que tiene que colgar, le toca el turno en la fila para renovar el subsidio por desempleo. Le atiende una funcionaria típica, esto es, fea y maleducada, que le indica el error, esta fila es para prestaciones nuevas, la suya, que no se entera, es la del cartel amarillo, renovaciones. 


Toma asiento en la zona de espera del jodido cartel amarillo y, dado su carácter extrovertido, pronto entabla conversación con otros en su misma situación. ¿He dicho en su misma situación?.


Él había encontrado su último trabajo como maitre a través de un amigo chef. Implicaba desplazamiento y alojamiento a más de cien kilómetros de casa, pero la situación no estaba para muchos miramientos, ambos estarían juntos, y el proyecto le gustó. Era empezar de cero, obras, profesionales varios, elecciones, decisiones, dar vida a algo con gusto en lo que se sentiría cómodo, y arriesgó. 


Todo iba bien, el local se inauguró en tiempo y casi forma y mantuvo su público, la relación era buena con jefes y compañeros, se adaptó al cambio de residencia y conoció los lugares de copas de la zona y alguna de sus gentes. Todo iba bien, ¿podría pedir algo más?.


La primera vez que la vió fue en la entrevista de trabajo, ella estaba en un despacho independiente acristalado frente a la mesa que él ocupó para realizar los psicotécnicos. Era realmente atractiva, rondaría los treinta años, morena, alta, delgada, buen culo, grandes pechos, finos andares sobre los tacones, dulzura en los movimientos contrastando con un halo de mujer fatal que fomentaba vistiendo de negro. Él adoraba el negro. La miró varias veces, la sorprendió mirando en un par de ocasiones. Comentó el descubrimiento a la salida con el resto de entrevistados, de donde concluyó que poco había que hacer con la jefa. Para colmo le pusieron en sobreaviso, el chef ya le tenía el ojo echado.


Volvió a verla en el local, unas veces perfecta sobre sus tacones y un elegante vestido, otras en vaqueros y bota plana compartiendo tareas como el que más. A veces también se la encontró en tiempo de ocio nocturno bebiendo para hacer más interesantes al resto. Con el trato descubrió en ella alguien similar a él. Y viceversa. A partir de ahí la naturaleza hizo de las suyas y el devenir fue rodado. Cruzando palabras multiplicaron la atracción. El instinto sexual empezó a hacer mella en el comportamiento general de ambos, y aquello acabó por estallar materializándose, aunque no duró más de una semana y no fueron más de dos los encuentros que compartieron. Y es que debió resultar evidente, era difícil esconder las sensaciones, y bastaba que se cruzaran en cualquier entorno para que una especie de descarga eléctrica invadiera los espacios que compartían, llegando una mosca a la oreja del chef que con pocos escrúpulos, quizá fomentados por el poco éxito en sus avances con ella, le puso en la calle de un día para otro, y lo alejó de allí cien kilómetros. 


"Anoche huía de todo eso, huía por impotencia ante la injusticia, sabía que me iba a costar quedarme dormido, así que decidí coger el coche y hacer el ritual relajante que nunca falla. Contemplar el mar desde un rincón que conozco y que supuse desierto en estas fechas y dada la medianoche. Estaba recostado dentro del coche, enfadado con el mundo y absorto en el dinámico brillo de la luna sobre las olas cuando escuché llegar un coche. La reconocí inmediatamente, aparcó junto al mío, ella también me reconoció, la acompañaba una amiga, no me importó, tampoco pregunté, la saqué del coche, la besé, y sólo sé que le hice el amor durante toda la noche y parte de la mañana, hasta que ella sacó la bandera blanca para fumar un cigarro compartido que me supo a gloria. Y cada vez que la vea, pienso hacer lo mismo."




Su turno.

Comentarios

  1. 3rd....y yo K.O.
    Magnifico Marta...
    Un beso con mucho cariño.

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  2. Los sueños, la vida, y la puta vida. Tres visiones.

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  3. Te felicito, ya quisieran muchas firmantes de autógafos en la contratapa en la semana del libro escribir como tú, y encima venden. Sólo tengo una duda.... ¿sabrías hacerlo igual de bien si no estuvieras en celo? ¿Sabrías escribir de algo que no sea follar? Yo estoy seguro que si, a ver si nos pones algo para deleitarnos.

    Un beso.

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  4. Anónimo,

    http://home.disney.es/

    Ahí puedes deleitarte de lo lindo.

    Beso, y gracias :)

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