Estaba allí sentada. Siempre supe que antes o después terminaría allí. Curiosamente me sentía bien, relajada, la consulta de un psicólogo es sin duda el sitio ideal para expresarte sin miedo porque en el peor de los casos va a pensar que estás loca y este no deja de ser el motivo por el que estás allí.
El sillón es cómodo, dan ganas de recostarse, pero una guarda la compostura temiendo sacar de más el pecho y ofender o provocar, así que me senté más bien como si estuviera en el pupitre del colegio, algo inclinada hacia adelante, un poco encorvada, y las manos apoyadas en las rodillas mientras jugueteo enlazando los dedos.
Al otro lado de la mesa un señor de unos cuarenta y algo. Me sonríe confiado, pienso que no tiene ni idea de la que le ha caído, le miro fijamente a la cara y bajo lentamente mi mirada hasta debajo de la mesa fijándome en sus zapatos. Me pregunta,
- ¿pasa algo?,
- sí, -digo sin levantar la mirada del suelo- tienes cara de sueño...
- ¿y?
- ...y los zapatos sucios -levantando la mirada hasta su cara.
- ¿y?
- que con lo que me vas a cobrar por la consulta ya podrías haber madrugado para venir espabilado y con los zapatos limpios.
- ¿algo más? (tono quisquilloso)
- sí...¿porqué tienes esa persiana bajada hasta abajo si hace un día precioso, y me atormentas con esta horrible luz de neón artificial?.
- ¿crees que es relevante?
- no...creo que da a poniente.
El señor, pobre señor a estas alturas, hace como si nada hubiera pasado y tras tomar unas notas básicas de las respuestas que le doy a unas preguntas estúpidas, y a las que además contesto rápidamente para que no le dé tiempo a anotar, me pide que me tumbe en un diván para enseñame unas técnicas de relajación. Allá que voy, sigo sus indicaciones, me tumbo, ahora si que le estoy apuntado directamente con mi pecho. Empieza a hablar en tono relajado y bajito y me pide que cierre los ojos. Doy un salto,
- ¡tú lo que quieres es meterme mano!.
Casi me mandó a casa del plumazo. Sólo me vió aquella vez y otra más ante mi insistencia, que transcurrió en la misma línea. Después de esas dos sesiones decidió que no podía hacer nada por mí.
El sillón es cómodo, dan ganas de recostarse, pero una guarda la compostura temiendo sacar de más el pecho y ofender o provocar, así que me senté más bien como si estuviera en el pupitre del colegio, algo inclinada hacia adelante, un poco encorvada, y las manos apoyadas en las rodillas mientras jugueteo enlazando los dedos.
Al otro lado de la mesa un señor de unos cuarenta y algo. Me sonríe confiado, pienso que no tiene ni idea de la que le ha caído, le miro fijamente a la cara y bajo lentamente mi mirada hasta debajo de la mesa fijándome en sus zapatos. Me pregunta,
- ¿pasa algo?,
- sí, -digo sin levantar la mirada del suelo- tienes cara de sueño...
- ¿y?
- ...y los zapatos sucios -levantando la mirada hasta su cara.
- ¿y?
- que con lo que me vas a cobrar por la consulta ya podrías haber madrugado para venir espabilado y con los zapatos limpios.
- ¿algo más? (tono quisquilloso)
- sí...¿porqué tienes esa persiana bajada hasta abajo si hace un día precioso, y me atormentas con esta horrible luz de neón artificial?.
- ¿crees que es relevante?
- no...creo que da a poniente.
El señor, pobre señor a estas alturas, hace como si nada hubiera pasado y tras tomar unas notas básicas de las respuestas que le doy a unas preguntas estúpidas, y a las que además contesto rápidamente para que no le dé tiempo a anotar, me pide que me tumbe en un diván para enseñame unas técnicas de relajación. Allá que voy, sigo sus indicaciones, me tumbo, ahora si que le estoy apuntado directamente con mi pecho. Empieza a hablar en tono relajado y bajito y me pide que cierre los ojos. Doy un salto,
- ¡tú lo que quieres es meterme mano!.
Casi me mandó a casa del plumazo. Sólo me vió aquella vez y otra más ante mi insistencia, que transcurrió en la misma línea. Después de esas dos sesiones decidió que no podía hacer nada por mí.
para que alguien te apoye o te ayude suele ser mejor idea creer a priori en ello porque en caso contrario viene a ser como escuchar el sermón del cura siendo ateo confeso.
ResponderEliminarBesos sin diván :-)
Me ha recordado a cualquier capítulo de In Treatment protagonizado por Paul y Laura.
ResponderEliminarY me encanta!
Besitos neuróticos