No era aquel lecho sino un cóctel de brasas humeantes, humedades aún recientes y cuerpos entrelazados, doblegados y languidecidos por los excesos carnales que con nocturnidad y alevosía se habían extendido hasta bien entrada la madrugada. El la, todavía despierta, permanecía quieta con los ojos cerrados sintiendo aquel cuerpo llameante descansar junto al suyo, sintiendo en la piel el ardor que probaba que la noche se había encarnizado con el amanecer. Sus enrojecidas nalgas le quemaban al roce de las sábanas y el hormigueo en los pezones le traía a la mente aquellos dientes que los hostigaban horas antes. La templada humedad de los fluidos de la lujuria que impregnaban la cama aliviaba el calor de los recuerdos que a modo de fotogramas revivía excitada, relamiendo el cóctel de sabores que persistían en su boca y haciéndola desear una exhibición completa ante el espejo a fin de detectar y disfrutar todas y cada una de las marcas visibles que aquella noche y la pasión, a modo de trofeos
"Unos dicen que soy muy buena. Otros que soy muy mala".
genial, deseo y libertad, eso me gusta
ResponderEliminarbs
No eran promesas? Bueno, qué importa si pueden olvidarse al amanecer.
ResponderEliminarBesos de parte de mi Blackberry
quieres follar
ResponderEliminarAnónimo, no, que te gusta.
ResponderEliminarMuy buena tu adaptacion particular a una frase del poeta frances Paul Verlaine....que dice: Junta tu frente a la mía y enlaza tu mano, y haz juramentos que mañana ya habrás roto. Felicidades.
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