"Lo que tarda tanto en llegar es igual que si no hubiera llegado, peor incluso, porque el cumplimiento a destiempo de lo que tanto se deseó acaba teniendo un reverso de sarcasmo."
Odio esperar, lo odio profundamente, de las cosas que más odio en esta vida, será que esperé mucho en el pasado y no con buen resultado que intento huir de ello, pero me siento inevitablemente abocada pues en juego suelen entrar más intenciones aparte de la de una misma.
Cuando el teléfono no suena el silencio habla. Y es indolente pues actúa a traición, cuando menos lo esperas, y grita más fuerte al ritmo que una intenta relajarse. Y logra que no lo consigas. Y cuando esperas, sólo esperas, no avanzas.
No llama, no lo ha hecho, y es más que evidente que ya no lo hará.
Me suele costar alrededor de una semana hacerme a la idea, los dos primeros días se piensa que así será, que alguna vez tiene que salir bien, llamará, y todo será como parece que puede ser. Los dos días siguientes son de dudas, cabe la posibilidad de que no descuelgue el teléfono. A partir del quinto día se asume, no llamará, y te das cuenta entonces de que no has hecho en toda la semana más que eso de lo que tanto reniegas y odias. Esperar.
Ciertamente sus motivos tiene para no hacerlo, si yo fuera él, y tuviera su autocontrol tampoco hubiera llamado, aunque tampoco hubiera prometido que lo fuese a hacer. Pero esta vez no es válida la frase "él se lo pierde", no, esta vez pierdo yo, es el resultado de lo que he decidido ser, la consecuencia de haberme convertido en la mujer de la que tan a menudo presumo. Tanta libertad asusta, y no se puede estar en dos bandos, ni cambiar de chaqueta en función del interés, y no, no es este un acto de autocompasión ni mucho menos, sino de asumir una toma de decisiones, de actitudes, de un decidido y mantenido posicionamiento que me ha alejado años luz del estereotipo que ahora intranquiliza mi relax aullándome al oído el silencio de un teléfono que no suena, de una llamada que jamás llegará.
Eurípides de Salamina (poeta trágico griego)
Odio esperar, lo odio profundamente, de las cosas que más odio en esta vida, será que esperé mucho en el pasado y no con buen resultado que intento huir de ello, pero me siento inevitablemente abocada pues en juego suelen entrar más intenciones aparte de la de una misma.
Cuando el teléfono no suena el silencio habla. Y es indolente pues actúa a traición, cuando menos lo esperas, y grita más fuerte al ritmo que una intenta relajarse. Y logra que no lo consigas. Y cuando esperas, sólo esperas, no avanzas.
No llama, no lo ha hecho, y es más que evidente que ya no lo hará.
Me suele costar alrededor de una semana hacerme a la idea, los dos primeros días se piensa que así será, que alguna vez tiene que salir bien, llamará, y todo será como parece que puede ser. Los dos días siguientes son de dudas, cabe la posibilidad de que no descuelgue el teléfono. A partir del quinto día se asume, no llamará, y te das cuenta entonces de que no has hecho en toda la semana más que eso de lo que tanto reniegas y odias. Esperar.
Ciertamente sus motivos tiene para no hacerlo, si yo fuera él, y tuviera su autocontrol tampoco hubiera llamado, aunque tampoco hubiera prometido que lo fuese a hacer. Pero esta vez no es válida la frase "él se lo pierde", no, esta vez pierdo yo, es el resultado de lo que he decidido ser, la consecuencia de haberme convertido en la mujer de la que tan a menudo presumo. Tanta libertad asusta, y no se puede estar en dos bandos, ni cambiar de chaqueta en función del interés, y no, no es este un acto de autocompasión ni mucho menos, sino de asumir una toma de decisiones, de actitudes, de un decidido y mantenido posicionamiento que me ha alejado años luz del estereotipo que ahora intranquiliza mi relax aullándome al oído el silencio de un teléfono que no suena, de una llamada que jamás llegará.
Te preguntabas:
ResponderEliminar" ¿ Y si quisiera cambiar las cosas? ¿ Sería capaz?".
Aquí te contestas, y creo que no lo has sido. Es el resultado de "un decidido y mantenido posicionamiento que te ha alejado años luz del esterotipo...."
Igual deberías de llamar tú.Y cambiar. O seguir besando ranas y sapos.
Yo creo que soporto la espera, el problema es la ansiedad que la acompaña... Las esperas sin ansiedades en general me resultan bastante inofensivas. Bonito espacio. Saludos!
ResponderEliminarEspero que la espera no haya sido larga y que todo te vaya fenomenal porque te lo mereces. Eres una personita muy interesante, alguien que merece la pena y espero que se haya dado cuenta de ello. Bsos
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