Aquí estoy, cabeza abajo y no muy segura de estar fresca del todo. Ha pasado un montón de tiempo, y otro montón de cosas. He sido consciente de repente, de un momento a otro, de que hubiera dado todo, por reencontrarte y ponerte al día. Sé que te hubiera hecho muy feliz. Recuerdo perfectamente el momento en el que me perdí contigo, pero no encuentro el momento en que me perdí de ti, y sigo dándole vueltas. Han hecho falta once años para que esta cabeza loca haya entendido todo aquello que decías, y que guardo, de una manera u otra, y que releo y releeré. Once años para tomar conciencia de hasta qué límites mis handicaps me han mantenido con los ojos vendados. Pasan los años, vivencias cada vez menos nuevas, gente que viene y va, y no, tú lo sabías, nadie se queda. Debía optimizar mis prioridades, reestructurarlas, espabilar, tomar conciencia y sobre todo ponerme manos a la obra para empezar a resolver. Ahí es cuando miras atrás, detectas claramente tus errores y p...
...que nada fue igual después. Le quería tanto, que jamás volvió a sentir (tener) amor similar. Le quería tanto, que arrugó todas y cada una de las líneas de expresión de su cara con un desconsolado llanto que nada solucionaría, pero que tanto demostraba. Le quería tanto, que cada fracaso amoroso posterior, era una victoria merecida. Tanto, que impregnó de él toda derrota posterior. Tanto, que todavía no es momento, siquiera de esto.